La caída nos ha llevado al puesto tres de la región, detrás de Chile y Brasil, ocupando ahora la posición 58 del ranking mundial.
El hecho de que la noticia no nos sorprenda no la hace menos preocupante. De acuerdo con el Índice que publica la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) para dictaminar la situación de la innovación en los planos regionales y por país, destaca el inicio de una caída libre de México en todos los indicadores objeto de medición respecto del reporte previo del 2018.
Evidentemente que el factor Covid tiene una influencia decisiva en el periodo sujeto a análisis, pero no tanto en la disminución de la actividad de investigación y desarrollo, sino en la reorientación de los esfuerzos hacia campos emergentes. No solo el área de salud ha sido beneficiaria del reacomodo, sino temas impactados como las aplicaciones y las plataformas digitales.
En el caso de nuestro país, la caída nos ha llevado al puesto tres de la región, detrás de Chile y Brasil, ocupando ahora la posición 58 del ranking mundial. Un componente interesante del índice es que toma en consideración la capacidad económica de cada país para su fórmula de análisis. De esta manera, la comparación en crecimiento no se hace frente a economías asimétricas sino entre pares, lo que claramente permite una mejor lectura.
Nuestro país está perdiendo inercia en generación de innovación, en otras épocas impulsada, por ejemplo, por una industria de autopartes volcada a la satisfacción de las demandas de las grandes armadoras que operan en nuestro territorio. Además, el retiro casi total de subsidios gubernamentales a tareas de investigación empieza a reflejar sus efectos desaceleradores. La desaparición de algunos de los fideicomisos orientados a este fin, y la expulsión del Sistema Nacional de Investigadores de los integrantes del sector privado explican una parte de nuestra nueva realidad.
En esta lectura es relevante recordar algunas premisas. La primera es la que ata en forma directa la innovación y el desarrollo como parte de una simbiosis probada. La segunda es que la construcción de un ecosistema de innovación no se gesta de forma repentina, se construye paulatinamente reforzando las piezas del ecosistema que lucen débiles o rezagadas. Finalmente, un postulado esencial es que gran parte de la innovación de un país es para consumo interno, con soluciones adaptativas que solo los locales pueden generar para sus propios requerimientos.
Los indicadores analizados revisan áreas tan sensibles como instituciones, infraestructura, capital humano en innovación, desarrollo del mercado, producción de conocimientos y tecnología, desarrollo empresarial y productos creativos, es decir, una visión de conjunto del ecosistema de innovación que permite espejearse frente a los demás países, e identificar áreas fuertes y débiles para contar con un diagnóstico puntual.
Muchas veces, elegimos la solución retórica de desestimar los índices de competencia entre países sin siquiera repasar sus resultados.
Lamentablemente los inversionistas, tanto domésticos como extranjeros, los revisan cuidadosamente porque de ellos se desprenden notas precisas sobre el clima de negocios en los diferentes mercados. Es un hecho que México está bajando en los indicadores, y sólo está subiendo en los de falsificación de productos y contrabando. A pesar de perder una de las paletas de la hélice, sigue habiendo tareas pendientes para las empresas y los investigadores en el objetivo de construir un México creativo, competitivo y legal.
Dr. Mauricio Jalife Daher
Octubre 26,2022