Una decisión judicial pone fin a amplias deliberaciones que diversas organizaciones han sostenido sobre la pertinencia de la difusión digital de libros al amparo de la tesis del “uso justo”.
Una decisión paradigmática fue dictada en Estados Unidos el pasado 4 de agosto, que sube un escalón en la lucha contra las llamadas bibliotecas digitales libres. En particular, el caso fue seguido por Hachette Book Group, Penguin Random House y otras importantes editoriales en contra del conocido sitio Internet Archive.
Como antecedentes relevantes se cita el dato de que este sitio ha llegado a ofrecer al público más de tres millones y medio de libros digitalizados en forma gratuita, aunque una parte del acervo son obras que se encuentran en el dominio público. Durante la pandemia, Internet Archive creó una “Biblioteca Nacional de Emergencia”, como una alternativa al cierre de múltiples bibliotecas públicas, modificando el préstamo “controlado” que administraba a este otro mecanismo sin restricciones.
La decisión del juez de Manhattan John G. Koeltl pone fin a amplias deliberaciones que diversas organizaciones han venido sosteniendo sobre la pertinencia de la difusión digital de libros sin consentimiento expreso de los titulares de derechos al amparo de la tesis del “uso justo”, que opera como excepción al derecho de autor bajo determinadas circunstancias. La sentencia tiene particular relevancia en un sistema de copyright como el estadounidense, que tiene ciertas dolencias cuando se enfrenta a temas de acceso a la información e inexistencia de lucro directo.
En el caso de México, la resolución permea para el análisis de situaciones equivalentes. Sin ir demasiado lejos, resulta destacable la operación del sitio www.lapirateca.com que, a pesar de ser blanco de continuas acciones legales por reproducción no autorizada de libros, no ha cesado su presencia en línea. Al grito de: “los libros no se piratean, los libros se expropian”, el sitio realiza clara apología de esta visión romántica del “conocimiento común y compartido” que cuestiona la propiedad intelectual que exige el pago a favor de los autores y los editores. Lo que “la pirateca” no explica, es cómo mantener vivo el interés de los creadores de obras sin compensación económica por su aportación.
Este no es el único caso de piratería digital de libros en nuestro país. Existen muchos otros sitios como “anarkademia” y “ebiblioteca”, que ofrecen textos en forma gratuita, bajo el formato de “bibliotecas fantasmas”. Ya la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) ha puesto en el radar a estos sitios exigiendo de la autoridad acciones contundentes para impedir su crecimiento. De hecho, no hay que olvidarlo, la propia Ley General de Bibliotecas que se promulgó apenas en junio del 2021, tuvo que ser acotada en sus alcances por amparos que evitarán la violación de derechos de autor por vía del préstamo digital de las nuevas obras depositadas a las bibliotecas centrales del Estado.
Lo que podemos reconocer es que existe una clara brecha entre ambas posiciones, que se debe tratar de superar con mecanismos creativos y compensatorios. Recordar que, en su propuesta original, el proyecto eBook de Google pretendía digitalizar y poner a disposición de la humanidad más de 14 millones de libros, la mayor parte de ellos descatalogados, buscando opciones para pagar regalías a los que así lo demandaran. Aun y cuando quede clara la conveniencia de abrir el uso de libros por vía digital, cualquier solución deberá velar por el respeto de la retribución que de manera natural corresponde a los que ponen a disposición las obras.
Dr. Mauricio Jalife Daher
Agosto 9, 2023