La guerra que el gobierno federal ha liderado desde hace casi dos años contra los productores de alimentos y bebidas preenvasados, para imponer el nuevo etiquetado frontal, abre un nuevo frente de batalla en la regulación publicitaria de los productos. Estamos, sin duda, ante la más astringente e intimidante legislación de cuantas se han aplicado en esta materia en nuestro país.
Las modificaciones a que me refiero son las que se contienen en el decreto que modificará diversas disposiciones en materia de publicidad de productos sujetos a regulación sanitaria, y que no sólo extienden las restricciones y obligaciones de la norma de etiquetado frontal, sino que las amplían. Aún y cuando el decreto que impone estas modificaciones no ha sido publicado, todo indica que en los próximos días verá la luz. Bajo estas reglas, las etiquetas de productos dirigidos a niños no sólo deben evitar el empleo de personajes, mascotas, dibujos animados o celebridades, sino que no deberán contener elementos que promuevan su consumo o elección.
Con la misma lógica, las restricciones mencionadas alcanzan ahora a la publicidad, por lo que el Osito Bimbo no sólo no estará en las etiquetas, sino que será también suprimido de la publicidad, es decir, pasará a las filas de las especies en extinción. Otra importante modificación, que sin duda tendrá un efecto disuasivo en inversión publicitaria, es la novedosa obligación de solicitar permiso previo de Cofepris (si, la que ahora comanda Hugo López- Gatell), para hacer publicidad de estos productos en televisión, salas de cine, sitios de internet y redes sociales.
Las condiciones en que todo el proceso de conformación de estas reglas se ha gestado, ha sido de total desencuentro entre la iniciativa privada y los reguladores. Instalados en la visión del fanatismo, las autoridades han hecho cuanto está a su alcance para doblegar los intentos para alcanzar una regulación balanceada, que informe con veracidad, tratando de evitar que el nuevo etiquetado frontal se convierta en la letra escarlata. Lamentablemente, el ambiente de linchamiento se ha exacerbado en la distribución de responsabilidades por los escandalosos números de la pandemia en nuestro país
Los efectos de la campaña de desprestigio empiezan a derivar hacia diversos estados que han prohibido la venta de los productos a menores de edad, lo que verdaderamente raya en lo grotesco. ¿De verdad estamos dispuestos a asumir que un niño no pueda comprar un chocolate en la tienda de la esquina?
Así, México se está convirtiendo en el país con la regulación más prohibitiva y compulsiva en materia de etiquetado y publicidad de alimentos procesados, sin que las bases del sistema hagan sentido en una visión integral. En primera instancia, porque los sistemas binarios de bueno o malo (uso sellos o no los uso) han probado su ineficacia; en segunda instancia, porque no se promueve la adecuada dieta balanceada, esto es, se pueden lograr niveles óptimos de ingesta de nutrientes consumiendo 100 por ciento de productos con sellos de este tipo; en tercer lugar, porque no se promueve el consumo de porciones pequeñas, sino que se les sanciona con sellos aunque no incluyan los niveles de riesgo que la norma sanciona. Finalmente, porque la diabetes y la obesidad requieren un enfoque multifactorial para su entendimiento y combate. ¿Y si prohibimos la venta de gasolina porque contamina?