Informamos que el pasado 1 de julio de 2020, sin misa de cuerpo presente ni esquela, la moral y las buenas costumbres murieron de “muerte natural” en la nueva Ley Federal de Protección a la Propiedad Industrial. Aquejadas por muchas décadas a cue
En el contexto del campo de las marcas y las patentes, la moral y las buenas costumbres constituyeron desde hace más de un siglo de regulación de estas materias, los parámetros para conceder o negar registros a determinadas expresiones, o invenciones, que claramente merecían el reproche por ser ofensivas, o éticamente reprobables para la generalidad de las personas de una comunidad.
Bajo este umbral legal es que, múltiples marcas que constituían expresiones groseras, ofensivas, o de simple “mal gusto” fueron negadas, evitando con ello el uso comercial que propiciaba un aval oficial para su diseminación. Del mismo modo, invenciones relacionadas a artículos sexuales o de ingeniería genética, encontraron en este principio un obstáculo insalvable. Es cierto, en forma progresiva, la objeción por contrariar a la moral fue perdiendo sustancia, particularmente ante la enorme disparidad de criterios que desde la sociedad emergieron. Dependiendo de la ubicación, la edad, la escolaridad y otras variables, la determinación de un rasero “de lo moral” se volvió inescrutable. Aún así, es claro que existen expresiones que resultan francamente odiosas e inaceptables, para las que hoy no existirá restricción legal y se convertirán en marcas registradas.