Un punto positivo del inminente nuevo reglamento del SNI es que seguirá otorgando apoyos a los mayores de 65 años.
Si alguna pieza puede considerarse como clave en el ecosistema de investigación de nuestro país, esa es el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), que desde hace décadas da estructura y funcionalidad a la producción y vinculación de nuevo conocimiento de valor tecnológico, científico y académico.
A nivel práctico el SNI proporciona a cada investigador adscrito un apoyo económico mensual que le permite enfocarse en las labores de investigación. Es un recurso que dignifica la labor y recompensa los beneficios sociales que estas importantes tareas generan. La parte más relevante de la investigación que se hace en el país es el enfoque regional que los proyectos tienen, esto es, si los mexicanos no desarrollamos ciencia para muchos de los problemas que nos aquejan, nadie más lo hará.
Estas razones explican la relevancia que los cambios propuestos en el nuevo reglamento aparejan. Además, las críticas que desde el Gobierno federal y el propio Conacyt se han venido gestando a lo largo del sexenio, calificando a las instancias de producción de ciencia y tecnología, incluyendo a algunas universidades públicas como aburguesadas y “neoliberales”, hacen especialmente sensible el tema.
No hay que olvidar que en el mismo paquete de reformas se cocina una nueva ley de ciencia y tecnología que, entre otras reglas polémicas, incluye la de asignar la propiedad intelectual de cualquier proyecto financiado total o parcialmente por Conacyt a la propia dependencia, restando protagonismo y valor a las universidades y centros de investigación.
Justo en ese sentido apunta una de las principales novedades del reglamento del SNI, que margina de la posibilidad de ser incluidos a los investigadores que participan en instituciones privadas, eliminando de un plumazo a un importante porcentaje de los que hasta hoy eran parte del sistema. Más allá de la flagrante discriminación que la medida apareja, no se entiende la sinrazón de la determinación. Si la pretensión es la de no financiar con fondos públicos investigación que al final de la cadena se pueda convertir en un producto exitoso en el mercado, explotado por una empresa, no tendríamos porque desarrollar rechazo. Como se acredita extensamente en el mundo, son las economías con empresas competitivas y exitosas las que dan el soporte que mayores beneficios traslada a la sociedad en la forma de sueldos remuneratorios, dividendos a los accionistas, reinversión y pago de impuestos.
Si hacemos una revisión pormenorizada de los proyectos en los que gran parte de los investigadores de instituciones privadas participan, encontraríamos desde la creación de pastillas preventivas de dengue para tinacos y cisternas, hasta sistemas novedosos de recaptura de agua en comunidades aisladas que enfrentan los efectos de la sequía. Si ganar dinero por la comercialización de productos que resuelvan esta clase de problemas es calificado como “neoliberal”, bienvenido sea; para otros, no es más que el ciclo virtuoso que permite recompensar a los que corren los riesgos de la innovación, que generan los estímulos necesarios para reinvertir en más innovación.
Un punto positivo del inminente nuevo reglamento del SNI es que seguirá otorgando apoyos a los mayores de 65 años, aun y cuando dejen de estar vinculados a proyectos activos. Esta bien, aunque la nueva longevidad que la innovación en nutrición y medicinas ha promovido ha llevado el indicador de jubilación sensiblemente más arriba de ese límite.
Dr. Mauricio Jalife Daher
Agosto 17, 2022