El tema de la piratería no declinó en relevancia en este sexenio. Ya desde el pasado fue perdiendo atención y los recursos, programas y autoridades dedicadas a combatir el fenómeno se eclipsaron. El tema prácticamente desapareció del discurso oficial, y solo ahora, a partir de las presiones asociadas al T-MEC, recupera cierta visibilidad. Además, los grandes temas nacionales como la pandemia, la crisis económica y el caso Lozoya, claramente lo remiten a un lugar secundario.
Sin embargo, como bien lo retrata el reciente estudio publicado por Amcham y el Observatorio Nacional Ciudadano, la piratería es un fractal muy gráfico de muchos de nuestros males sociales, de los muy arraigados y dolorosos, porque parecen insuperables. Sin elevar los niveles de civismo, educación y consciencia, esta forma de robo sigue campeando entre nosotros como si no fuese una conducta intrínsecamente reprobable.
Entre las conclusiones más relevantes del estudio, se señala que la piratería es un fenómeno que se manifiesta en prácticamente todos los sectores comerciales y que se mantiene en constante evolución gracias a los cambios tecnológicos, por lo que la concepción tradicional en la que se considera que esta actividad únicamente se aboca a las marcas de moda o de lujo, está completamente rebasada.
Si bien es cierto que buena parte de la piratería es importada de oriente, se identifica que tenemos una pujante demanda de estos productos, lo cual alienta, por una parte, la generación de espacios comerciales informales a diferentes escalas, así como la presencia de mercancía pirata en mercados formales, ahora particularmente a través de plataformas digitales. La efectiva cadena comercial de productos piratas no puede dejar de ser entendida como una actividad en la que se involucran una gran cantidad de actores sociales, que van, desde las organizaciones de comerciantes, hasta células delictivas a nivel local e incluso grupos de macrocriminalidad, pasando por autoridades de todos los niveles.
En este escenario –enfatiza el estudio–, es un hecho que la piratería se asocia con otro tipo de delitos como el narcomenudeo, la trata de personas, la extorsión, entre otros. Tanto para las autoridades como para los titulares de derechos, el comercio de mercancía pirata a través de internet es una nueva área de intervención de alta especialidad en la que es apremiante el trabajo en conjunto.
De manera particular debe de reconocerse la evolución del streaming como medio de transmisión de contenido ilegal y como mecanismo de robo de información, lo que impacta de manera directa en la sociedad, así como en las tasas de innovación y crecimiento económico. En suma, se confirma una de las premisas de la literatura especializada, en el sentido de que la piratería es una actividad delictiva caracterizada por ganancias muy altas con un bajo riesgo para el delincuente. Por ello, remata el estudio, es indispensable que este delito adquiera relevancia en las agendas pública y política para que la respuesta institucional esté asociada a procedimientos legales. Es necesario que existan procesos de coordinación interinstitucional efectivos y que no dependan del perfil, motivaciones y relaciones de quienes ostentan los cargos en cada institución.
Una percepción que claramente “emana” del estudio, es la consistente en asumir que, dejar pasar y normalizar formas delictivas como la piratería, en las que la sociedad misma es protagonista, convierte en territorio de informalidad aquello que debería ser reconocido como parte de la “la ley y el orden”. Una apuesta muy riesgosa, que no tiene vuelta en “u”.