Como a todo negocio, la emergencia sanitaria ha impuesto a las franquicias retos inéditos. La capacidad de adaptación, la tendencia a la digitalización y la fortaleza de marca, han destacado como habilidades superiores para poder atravesar la crisis. Aun así, de caso a caso, aun para negocios que utilizan la misma marca, los resultados son contrastantes.
Para los franquiciantes, la situación ha demandado toda clase de concesiones y modificaciones a sus rutinas operativas, bajo una óptica de empatía con sus franquiciatarios. La mayor parte de franquicias han buscado, por todas las formas posibles, alternativas para reinventar muchos de los servicios que prestan, flexibilización de plazos, reducciones de regalías, y una larga lista de ajustes tratando de dotar a las unidades de herramientas de supervivencia.
Para los negocios dedicados a comida, la mejor respuesta que las franquicias han podido dar es la aceleración de las versiones digitales que permiten entregar a domicilio o “para llevar”, que para muchos restaurantes ha sido la tabla de salvación. Aun así, nuevos cierres de locales están llevando el escenario al límite de la resistencia. Muchas de las empresas que poseen cinco o más unidades de franquicia, han optado por cerrar las menos rentables y concentrar la entrega a domicilio en dos o tres, tratando de rentabilizar la operación.
En buena medida, la posibilidad de transitar con vida por estos meses ha dependido de la capacidad de los propios franquiciatarios para negociar reducciones en rentas y sueldos del personal, lo que no depende del franquiciante. Este tiempo de dificultades ha enfrentado a muchas empresas franquiciatarias ante la realidad de que, más allá de los criterios operativos que la franquicia les da, no dejan de ser empresas independientes que deben tomar sus propias decisiones.
En el balance de estos nueve meses, es justo decir que lo que las dificultades impuestas por la pandemia han precipitado, son los resultados que el curso de acontecimientos previos ya venía gestando. Las franquicias preocupadas por sus franquiciatarios, involucradas y comprometidas, han sido de enorme respaldo para la red completa y podrán salir fortalecidas de la crisis. Son marcas que han entendido que mantener las unidades funcionando es no solo una forma natural de autoprotección de la red en su conjunto, sino la manera de colaborar con cada persona que labora en las unidades en problemas. Si una unidad de franquicia ya debía regalías y pagos a proveedores, y en una situación de normalidad no encontraba la fórmula para revertir los malos resultados, era claro que estas circunstancias tensarían la cuerda hasta su quiebre.
Como sucede con las personas, hay ganadores y perdedores en el proceso. Hay quienes seguramente saldrán fortalecidos, y quienes ya no estarán cuando sea posible volver a subir las cortinas para abrir al público.
Lo que es indispensable, como siempre, es hacer recuento de los daños, para no perder de vista lo que se recata del naufragio. Muchas veces es lo mejor. La marca aún acreditada, los clientes fieles que nos siguen buscando, la experiencia acumulada, son activos intangibles de enorme valor, que pueden usarse para reconformar nuevos proyectos ganadores, que podrán edificarse después de la sacudida. Muchas veces, menos es más.