Una de las ventajas del sistema será correr búsquedas inmediatas de registros, por título o por autor, abatiendo con ello el viejo sistema manual, señala Mauricio Jalife.
Que una oficina de gobierno ofrezca a los usuarios la opción de realizar trámites en línea parece ya cosa común, y no parecería ofrecer motivos de celebración; pero tratándose del registro en línea del Instituto Nacional del Derecho de Autor, la noticia cobra especial relieve.
Las dificultades que para el Indautor supone aplicar recursos a proyectos de gran calado implica vencer resistencias en múltiples instancias y de naturaleza diversa, desde carencias presupuestales hasta la incomprensión de la trascendencia de su labor, por lo que arribar a buen puerto un proyecto de este tipo es materia de señalamiento. En términos técnicos, el desafío de hacer funcionar un sistema confiable y práctico para la diversidad de géneros de obras que son registradas, sin duda implicó esfuerzos notables.
La primera gran e inmediata ventaja deriva de la facilidad que para los autores significa que el Instituto “abra” una ventanilla de recepción de obras en cada computadora conectada a internet en el país. Esta modalidad acerca el sistema a los usuarios en forma exponencial, evitando las largas distancias que los usuarios ubicados fuera de la Ciudad de México solían recorrer para depositar sus obras. Esta sola razón debería ser suficiente para agradecer la llegada de la modernidad al Instituto, pero es claro que va más allá. Para diversos autores ubicados en los puntos más recónditos del país, poder registrar sus obras a distancia será su puerta de entrada al único sistema que protege jurídicamente las creaciones en el mundo entero. En este nivel, podemos decir que la autoridad se vuelve “alcanzable”.
Otra importante consecuencia de la introducción del sistema, bajo el nombre de INDARELIN, es la superación del serio problema que representa la administración de un archivo físico que reporta crecimiento de varios metros lineales por día. Con el sistema llega la digitalización de los archivos que contienen las obras, dando este difícil pero trascendental paso. De lleno, nuestro sistema autoral arriba a la era donde lo digital se ha convertido en el nuevo lenguaje de la creatividad.
Hay que recordar que, apenas hace un año, nuestra ley de la materia absorbió el impacto del T-MEC realizando la llamada “reforma digital”, que nos puso en tránsito hacia la modernización definitiva en esta área y que tradicionalmente había merecido el calificativo de “rezagada”.
Un beneficio encomiable del sistema será la posibilidad de correr búsquedas inmediatas de registros, por título o por autor, abatiendo con ello el arcaico sistema de las que se hacían manualmente y que demoraban semanas en arrojar resultados inciertos. Una vez que el sistema se logre extender a reservas, podremos finalmente vencer el histórico hermetismo de una información que tenía como vocación la de ser “pública”.
El Derecho de Autor y las instituciones que lo administran, silenciosamente se han convertido en eje central de la vida cultural de México, no solo garantizando la paternidad de las creaciones, sino conformando la mayor base de datos del país, la cual incluye muchos de los contratos de transferencia de titularidad y licencias que permiten conocer la cadena de actos jurídicos desde la creación de las obras hasta su explotación más reciente.
Hay temas que por sus beneficios tangibles escapan totalmente a cualquier ideologización que pretenda cuestionar su pertinencia. Esta clase de progreso es uno de ellos.